El debate sobre el aborto por violación, se ha convertido en la vitrina donde se exhibe el conservadurismo arequipeño y el de sus allegados. No solo han sido el arzobispado y el señor Eguren, sino también ahora el proyecto paralelo presentado por la bancada de Acción Popular (Yonhy Lescano, Leonardo Inga, Alejandro Yovera, Mesías Guevara, Manuel Merino y Víctor Andrés García Belaunde) que se empeñan en argumentos que aunque tal vez ellos mismos no lo sepan, terminan siendo una falacia.  

“Estoy en contra del aborto, un inocente no tiene por qué pagar la culpa de un violador. En este caso son cuestiones de principio y de vida, no estoy de acuerdo con esta postura porque es una postura facilista” dijo Lescano al presentar el proyecto. En realidad con la solución aparentemente conciliadora de la adopción, aplicada históricamente en algunos países para “diluir” en la población a los hijos de los invasores después de una guerra; aquí sin una guerra que justifique como mal menor la posibilidad de adoptar, simplemente se trata de que el estado imponga su voluntad por la fuerza, a costa del robo de células reproductivas de una mujer. Así como se ha rechazado la esterilización forzada, también se tiene que rechazar el embarazo forzoso, ya que provienen ambos del mismo autoritarismo.

Empecemos haciéndolo desde la perspectiva jurídica. El Código Penal de 1986 derogó en cuanto a la violación sexual, el antiguo precepto de que la violación “se perdonaba” si la víctima se casaba con el violador. Ahora resulta que vamos para atrás, y aunque no aceptamos el casamiento, sí aceptamos que el violador le haga un hijo a la víctima. En la misma lógica de retroceder jurídicamente, se quiere también penalizar el despenalizado aborto terapéutico, aduciendo que la ciencia ha hecho suficientes avances como para no poner en riesgo la vida de la madre, como si todos los partos recibieran la misma atención clínica con todos los adelantos de la ciencia.

¿Y qué ocurriría si por ejemplo, el violador acosaba sexualmente a su víctima y le quiso imponer un hijo suyo? Pues tiene el derecho de reconocerlo jurídicamente, con todas sus consecuencias de por vida. Al reconocerlo, el violador también puede heredar del hijo. La madre así no quiera saber del hijo y lo dé en adopción, no puede librarse de que el hijo tenga el derecho de saber quién es su madre biológica. Si las familias en lo sucesivo van a poder formarse tomando a mujeres por la fuerza, para qué nos molestamos en tener instituciones de derecho familiar o sacramentos como el matrimonio? La familia está basada en un acuerdo de dos partes; de dónde entonces el conservadurismo quiere legitimar semejante salvajada que atenta contra los valores que tan celosamente guarda en cuanto a la familia? Un poco más de criterio, señores legisladores. No todo lo que brilla es oro, ni todo lo que se argumenta tan cierto.

Miremos el asunto desde el lado filosófico. El impasse se genera confrontando una vida con otra, ante lo cual la “vida más inocente” debe prevalecer antes que la voluntad de la madre de decidir si sigue o no con un embarazo. Sin embargo, no estamos hablando de lo mismo al defender el derecho a la vida. Nos sería más fácil distinguirlo si acudimos a la filosofía griega que distinguía entre zoe y bios, una distinción entre la vida animal y la vida humana. Para decirlo en palabras de hoy, entre ser cuerpo con vida y ser sujeto. Durante muchos años, las mujeres han reivindicado ser sujetos y no solo cuerpos portadores de hijos. En el caso de no despenalizarse el aborto por violación, la mujer es reducida a lo que siempre trató de dejar de ser, un mero cuerpo sin llegar a ser sujeto, mientras en sentido inverso, la célula fecundada que aún es pura materia y tan solo cuerpo sin nacer, asciende al estatus de sujeto. Con el embarazo forzoso, por obra de la ley, la mujer deja de ser sujeta humana para ser solo vida animal, solo cuerpo, solo materia sin decisión, como en el pasado lo fueron los negros esclavos, los siervos indios o cualquier otro ser al que no se le quisiera calificar como humano, pues como cuerpos sin derechos estaban a disposición de la arbitrariedad del poder político. Los derechos humanos se pensaron para convertir a las vidas biológicas, a los cuerpos en sujetos. De ahí la falacia de pretender que la producción arbitraria y violenta de la vida (animal, biológica) o sea el embarazo forzoso, se recubra de la protección de los derechos humanos.

El mensaje de ambos bandos lo enuncia claramente, uno se declara “a favor de la vida”, mientras el otro habla de una “decisión”. En el estado autoritario, el estado ejerce su poder de “decisión” en lugar del ciudadano. Esta fase de autoridad estatal está llegando a su término en el siglo XXI en países de democracia liberal, porque a la “libertad de elegir” económicamente se le ha sumado todas las demás libertades ciudadanas, incluyendo lo concerniente a su esfera íntima.

En cambio “la producción de la vida” es propia de regímenes de pobreza o desigualdad donde no interesa “producir sujetos” con derechos. Por lo general, se adjudica a la población de menores recursos no tener el control sobre su reproducción y eso puede convenir o no al estado que según su interés, intervendrá. China pasó de considerar una población numerosa como riqueza a la política del hijo único. Hoy en tiempos donde manda el poder económico y no el debate de ideologías políticas, interesa más el ser humano como vida que como sujeto, y así tener trabajadores y consumidores para la economía, o militares y policías para la defensa del estado. En ello estado, economía e iglesias parecen estar de acuerdo.